Acérquense a la poesía de Robert Bringhurst
aquellos que crean en la perdurabilidad del mito como indagación de los
misterios de la existencia. Huyan despavoridos los que conciban únicamente el
poema como desahogo de un yo individual. Descompónganse los rostros de los que
sólo busquen estar a la última: aquí no van a encontrar referencias a iconos y
marcas contemporáneas, sino más bien feldespato, huesos, plumas, máscaras,
hachas, sangre y volcanes.
Robert Bringhurst (1946, Los Angeles) es lo que
comúnmente se ha llamado un humanista. Un maestro multidisciplinar con
conocimientos detallados de Artes, Historia, Filosofía y Ciencia. Su obra no
parece fundarse en la peripecia biográfica personal. Al contrario, en ella se
escuchan voces ancestrales profundas de pre-socráticos, figuras bíblicas,
pensadores egipcios y budistas. En particular, la épica de las naciones
indígenas de Norteamérica, que es su especialidad académica.
Estos poemas, sin dejar de estar escritos
globalmente por un autor moderno, utilizan en su confección técnicas de la
parábola, la profecía, el hechizo, el epitafio, el canto ritual. No les
encuentro un equivalente entre nosotros: puedo pensar en Octavio Paz y Chantal
Maillard, acercando distancias. Desde ahora, él también -y tan bien- suena en
nuestra lengua gracias a la traducción de Marta del Pozo y Aníbal Cristobo para
Kriller71.
Parábola de las arpas (R.
Bringhurst)
En
el tambor del corazón,
el
galope de caballos: el caballo
de
los músculos, el caballo de los huesos.
En
las flautas de los huesos, las voces
de
los peces: los peces del estómago.
los
peces de los dedos y de las extremidades.
En
los arroyos de las extremidades
nadamos
con los peces
y
vadeamos a lomos de caballos que espumean.
En
esta cama repleta de peces
y
caballos, les ofrezco a los cuencos sonoros
de
tus pechos las arpas de mis manos.
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